
Aquellos que me seguís habitualmente, sabéis que soy un defensor de la profesión, que cree en nuestra versatilidad y capacidad para adaptarnos a cualquier especialidad y evolucionar de manera constante. Esta semana me he encontrado con un artículo sobre la profesión que me ha llamado especialmente la atención y me gustaría compartir con vosotros.
La revista Profesional de la información ha publicado el artículo titulado Carta: Reflexiones sobre posibles razones de una minorización profesional excesiva y propuestas para su reversión*, escrito por Lluís Anglada. El autor sostiene que somos una profesión minorizada porque no se nos convoca a los foros donde se debaten problemas y soluciones del mundo de la información, y por la baja atracción que ofrecen los estudios a los jóvenes.
Pero… ¿qué significa ser una profesión minorizada? En palabras de Anglada, es aquella «que tiene una importancia menor que el peso o espacio que ocupan las actividades que realizan sus profesionales«. Este problema no solo nos afecta a nivel nacional, a nivel internacional está ocurriendo lo mismo. No obstante, barriendo para casa, durante la gestión de la pandemia ha salido a la luz que las autoridades competentes no nos tuvieron en cuenta a la hora de convocar reuniones o elaborar informes que afectaban directamente a nuestro sector.
No puedo rebatir al autor en este aspecto, pues mis contactos con la Administración pública en el ámbito bibliotecario son prácticamente nulos. Sin embargo, visto desde el exterior parece que algo de caso sí nos hicieron. El Gobierno nos incluyó en las dos primeras fases del Plan para la Transición hacia una Nueva Normalidad (Plan de desescalada) para abandonar paulatinamente el confinamiento impuesto por el Real Decreto 463/2020 (ver post); además, el Ministerio de Cultura y Deporte lanzó el proyecto «Laboratorios bibliotecarios en confinamiento» para que los bibliotecarios reflexionaran qué impacto tendría la pandemia en las bibliotecas. ¿Ha sido suficiente? No. ¿Debería existir una interrelación constante entre el sector y la Administración competente? Siempre.
Anglada identifica que la actual apolitización de las asociaciones profesionales nos convierte en un sector poco reivindicativo, en pocas palabras, no molestamos. El autor aplica una de las acepciones de la definición de la RAE al término política: «la actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo«. Evelio Martínez, conocido por ser el autor del blog Biblioteconomía de guerrilla está de acuerdo con esta afirmación en su último post La de bibliotecario es una profesión minorizada, y nuestro silencio es cómplice en ello**, añadiendo que, «la cultivada imagen de buenrollismo por parte de cierto sector profesional no hace sino fomentar la aquiescencia: quejarse en público, y quejarse de según qué cosas, parece poco respetuoso, propio de un profesional poco comprometido, el típico cascarrabias que se empeña en verlo todo mal«.
A mi parecer, desde un punto de vista externo, un alto porcentaje de la profesión trabaja en o para la Administración pública y aplican el refrán «no muerdas la mano que da de comer«, en consecuencia, es difícil recuperar el tono reivindicativo y exigente. Sin embargo, es un paso necesario para hacernos valer.
La secundarización de los estudios es el segundo elemento, identificado por Anglada, que nos deriva a la minorización. En un post anterior critiqué que la mayoría de los planes de estudio de las universidades estaban orientados hacía salidas laborales vinculadas con la Administración pública, dejando unas pocas asignaturas residuales para materias relacionadas con la empresa privada. La Universidad Carlos III de Madrid dio un giro en 2020 con la transformación del Grado en Información y Documentación (GID) en Grado en Gestión de la Información y Contenidos Digitales (GGICD).
Tony Hernández-Pérez (Vicedecano del Grado) afirmó en su artículo Los estudios universitarios de documentación: renovarse para no morir*** que las nuevas generaciones «no perciben el rol de las bibliotecas como intermediarias de la información. Tienen exceso de información al alcance de los dedos de sus móviles y están acostumbrados a que la información sea gratis y no sea un problema encontrarla y ni siquiera se plantean su calidad ni la fiabilidad de sus fuentes. […] la función como agente conservador del patrimonio cultural les resulta poco atractivo como lugar de trabajo, como profesión que ejercer.»
En mi opinión, la visión del autor relativa a la creación de un master multidisciplinar para solucionar el problema de la secundarización de los estudios, no es acertada. La caída en la demanda en los estudios no es la falta de empleabilidad, sino la precariedad laboral. La gente acaba encontrando trabajo, pero en qué condiciones Este aspecto hace replantearse al recién graduado si la mejor opción es opositar. La precariedad y el intrusismo laboral son los dos factores negativos a combatir por parte de las asociaciones profesionales. No obstante, en su defensa diré que no son exclusivos de nuestro sector.
Por último, Anglada identifica la fragmentación del colectivo como otro problema: «la fragmentación entre archiveros, bibliotecarios y documentalistas, y los sub entornos profesionales han hecho hincapié en sus especificidades y diferencias […] El resultado ha sido que nuestra profesionalidad ha quedado diluida y nuestro trabajo desdibujado.»
Estoy completamente de acuerdo con el autor, las especialidades deberían trabajar juntas para la defensa de la profesión. En este punto creo que desde hace unos años se ha empezado a avanzar, pero queda mucho recorrido. A su vez, coincido con que se deberían reforzar las funciones de la Federación Española de Sociedades de Archivística, Biblioteconomía, Documentación y Museística (FESABID) y tener más poder ejecutivo.
A modo de conclusión, Lluís Anglada ha dado un golpe en la mesa para que los profesionales del sector nos demos cuenta que poco a poco estamos perdiendo relevancia. Seguimos siendo un colectivo muy bien valorado a ojos de la sociedad, pero nuestro carácter complaciente no nos está permitiendo evolucionar para continuar siendo imprescindibles en el futuro. Por otro lado, coincido con Evelio Martínez en que es llamativo y significativo el poco debate que ha levantado esta carta.
* Anglada, L. (2021). Carta: Reflexiones sobre posibles razones de una minorización profesional excesiva y propuestas para su reversión. Profesional de la información, Vol. 30, N. 6. https://revista.profesionaldelainformacion.com/index.php/EPI/article/view/86731/63052
** Martínez Cañadas, E. (5 de noviembre, 2021). La de bibliotecario es una profesión minorizada, y nuestro silencio es cómplice en ello. Biblioteconomía de guerrilla. https://biblioteconomiadeguerrilla.wordpress.com/2021/11/05/la-de-bibliotecario-es-una-profesion-minorizada-y-nuestro-silencio-es-complice-en-ello/
*** Hernández-Pérez, A. (2019). Los estudios universitarios de documentación: renovarse para no morir. Clip de SEDIC, N. 80. https://clip.sedic.es/article/los-estudios-universitarios-de-documentacion-renovarse-para-no-morir/